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Incendios Forestales, la tragedia del verano

  

Por Richard Vargas Narváez, seremi de Medio Ambiente Región del Biobío.

El incremento sustantivo de los incendios forestales ocurrido en los últimos 30 años arroja destrucción y desolación. Se quema el Bosque Nativo o la plantación exótica (para el caso da lo mismo) y el primer daño que aparece es la contaminación del aire, humos negros, material particulado y gases de efecto invernadero. Se emite más contaminación en los incendios forestales que en toda la actividad humana e industrial, a lo que se suma la destrucción de la biomasa forestal. 

El daño al ecosistema, la avifauna, la micro y macro fauna, no tienen posibilidad alguna de escapar a esta vorágine de fuego, llamas y altas temperaturas, más de 1000°C, la tierra calcinada, nos dice que también desapareció la flora microbiana que hace posible la incorporación de los nutrientes al suelo. El espectáculo es dantesco, animalitos quemados, todas las madrigueras destruidas, ¿qué pasa con las abejas, las mariposas, los polinizadores, las hormigas? Para ellos no hay siquiera un réquiem de dolor.

Las casas quemadas nos ilustran acerca de lo terrorífico del fuego, el pánico de las familias, arrancar con los pocos enseres que puedan cargar, perderlo todo. Nuestros bomberos, brigadistas de Conaf y de las empresas forestales, los voluntarios del Ejército, dan muestra del heroísmo de enfrentar, no siempre con éxito, a este enemigo despiadado.

Pero aún falta un impacto: la pérdida de suelos. Terminado el verano, vendrán las lluvias y con eso el arrastre inevitable del suelo fértil hacia los cursos de agua y, desde allí, al mar. La erosión representa el mayor daño a las potencialidades de nuestro territorio, la incapacidad de los suelos para retener el agua agrava el problema de abastecimiento de este vital elemento en nuestro mundo rural. 

El 2012 se quemaron 28 mil hectáreas en el Cerro Cayumanque que afectaron a la comunas de Quillón, Ránquil y Florida; al año siguiente, 12 mil ha en el Cerro La Palma, en lo que son graves tragedias que afectaron el desarrollo de nuestras comunidades. Con un proyecto financiado por el Gobierno Regional, de casi $3 mil millones, estamos recuperando 500 ha de bosque nativo en el Cayumanque, siguiendo la experiencia de la recuperación del incendio que asoló el Parque Nacional Torres del Paine (24 mil ha).

¿Qué hacer? El 53% de los incendios son intencionales, ahí tenemos que educar, lograr conciencia. No más quemas agrícolas o roces de los rastrojos, evitar lanzar las colillas de cigarrillos desde los autos en la carretera, no jugar con fuego.

Pero necesitamos más, generar una red de combate del inicio del fuego, desarrollar la protección de cordones de bosque nativo, aumentar las penas, proporcionales al daño registrado, generar áreas de protección de las viviendas cercanas a plantaciones forestales, trabajar la agricultura sustentable, proteger el sotobosque y una coordinación previa al inicio de la temporada de incendios que nos permita romper la curva ascendente de incendios y hectáreas quemadas. Verán que en mayor o menor grado, todos somos afectados; por tanto, todos somos responsables.

 
 
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