El Catastro Vegetacional actualizado de la Corporación Nacional Forestal –CONAF- determinó que existen 320.174 hectáreas de la milenaria Araucaria araucana, entre las regiones del Biobío y de Los Ríos. El mismo estudio estableció que la densidad de los bosques de esta especie endémica fluctúa entre los 200 y 800 ejemplares.
Si bien la literatura especializada asocia como principales amenazas del también denominado “pehuén” las tormentas de viento e incendios intencionales; desde hace tres años guardaparques y funcionarios de CONAF comenzaron a detectar la presencia de anillos necróticos en las ramas de araucarias, presentes desde Ralco a Lonquimay.
Un escenario que generó las primeras interrogantes sobre la posibilidad de que la acción de desconocidos agentes patógenos causaría este fenómeno, que incluso podría terminar con la desaparición de esta especie protegida y ha llevado a algunos a solicitar declararla en peligro de extinción.
El 28 de junio último, el director de CONAF, Aarón Cavieres, dio a conocer los últimos avances de las investigaciones al respecto. La autoridad detalló que en la última prospección realizada detectaron que el 93% del bosque adulto de araucaria presenta algún grado de afectación y sólo un 7% está sano. En bosque de regeneración de menos de 1,3 metros, el daño es de un 86%, pero el nivel de mortandad de ejemplares es mayor de un 8%.
Para el director de CONAF, la probable causa de esta enfermedad sería un hongo o un grupo de hongos, y ahora las investigaciones se concentran en identificarlos para tomar las medidas de acción.
“Con los avances logrados, esperamos tener resultados en el curso del próximo año, es decir, detectar cuál es el agente, hongo o complejo de hongos, que está causando el daño, y así saber qué métodos de control aplicamos, en el contexto del manejo integrado de plagas”, indica Luis Duchens, jefe del Departamento de Plantaciones Forestales de CONAF.
Acción de hongos y condiciones climáticas
El Dr. Rodrigo Ahumada, jefe de la división de protección fitosanitaria de Bioforest de la empresa Arauco, es parte de los profesionales que han participado en las investigaciones científicas que buscan determinar las causas exactas de esta enfermedad de las araucarias del sur chileno.
Por encargo de CONAF, y junto a la colaboración de universidades y empresas, han levantado en terreno y analizado más de 1.000 muestras mediante técnicas de extracción de ADN, con amplificación específica para descartar la acción de hongos de mayor peligrosidad, análisis de fluorescencia y cultivos tradicionales. Las investigaciones y posteriores pruebas en laboratorio han incluido la colaboración internacional del Dr. Mike Wingfield experto del instituto agrícola y forestal en biotecnología de Sudáfrica (FABI).
“Lo preocupante es que hay una gran proporción de araucarias juveniles (de menos de 20 años) y de regeneración natural afectadas. Si tenemos mortalidad de ejemplares jóvenes perderemos capacidad de mantener material genético para el futuro, por lo tanto es importante asegurarse que vamos a tener individuos jóvenes que van a sobrevivir a este problema”, sostiene Rodrigo Ahumada.
Las primeras evidencias de especies afectadas por la enfermedad fueron recogidas en los sectores de Ralco, región del Biobío, luego Los Paraguas en Conguillío, Puesco en Parque Nacional Villarrica y Las Raíces en Lonquimay. Desde esa fecha hasta hoy se han identificado más de 30 especies de hongos como parte del proceso de identificación de las causas de daño y, actualmente, los análisis han estrechado las probabilidades por lo que se está a la espera de identificar un par de estos agentes patógenos como responsables directos de esta amenaza que afecta a las araucarias.
El escenario más favorable es que estos decidores resultados estén en agosto de este año. Las proyecciones menos optimistas apuntan a más de un año.
Desde CONAF explicaron que si bien aún es desconocido el agente de daño, ya se están realizando diferentes ensayos que permitan detener el problema de mortalidad de ramas. Estos ensayos implican una serie de aplicaciones con productos capaces de activar las defensas del propio árbol y además amigables con el medio ambiente. También se están aplicando técnicas silviculturales.
A partir de la detección del problema, el equipo profesional de sanidad forestal de CONAF, ha sido destinado a tiempo completo a determinar el agente de daño, trabajo que ha dado luces para investigar junto a universidades y centros de investigación diferentes hipótesis de causalidad.
La enfermedad de las araucarias presentes en territorio nacional también es un fenómeno presente en Argentina. Las primeras evidencias aparecieron hace 10 años sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en Chile, el fenómeno lejos de continuar avanzando se estancó. Este antecedente llevó a los investigadores nacionales a considerar factores como la humedad o temperatura como relevantes para explicar el daño foliar evidenciado por las araucarias.
“En este caso es importante identificar si es un hongo el que causa el daño o es otro agente. Puede ser que las condiciones climáticas que se dan están ayudando al desarrollo de este patógeno o haciendo más susceptible a las araucarias a este daño por la condición de estrés bioclimático”, dijo Ahumada.
Prioridad: asegurar su preservación
Para Ahumada es prioritario comenzar desde ya a trabajar en asegurar la preservación de las araucarias, para lo cual es vital detectar las especies que presentan mayor tolerancia a la enfermedad e implementar un programa de selección de estos individuos. Lo anterior, debería llevar irremediablemente a realizar una reproducción artificial de araucarias.
“Hay que sacar material del área afectada e identificar los individuos que están más sanos. Esa reproducción se hace en un vivero y ahí producen plantas mediante una selección de familias por semilla”, agrega el investigador de Bioforest.
El jefe del Departamento de Plantaciones Forestales de CONAF coincide con esta visión y agrega que a partir de ahora “se debe desarrollar una línea de trabajo orientada a la conservación de la especie araucaria. “Es necesario identificar sectores donde la especie no esté afectada por el daño foliar, para la cosecha de semillas desde ejemplares sanos y su posterior viverización. Además, generar una línea de trabajo para el mejoramiento genético, seleccionando individuos resistentes al daño foliar, de tal forma, generar ejemplares que se adapten a las nuevas condiciones climáticas”.
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