Los incendios que afectaron la zona central del país en el verano, dejaron un saldo poco conocido pero dramático: De las 200 mil hectáreas de plantaciones forestales afectadas, 65.000 hectáreas de pino radiata y 28 mil hectáreas de eucalipto pertenecen a pequeños y medianos propietarios forestales.
Hoy los dueños de estas plantaciones enfrentan un escenario muy disímil. Observaciones en terreno evidencian que la mayoría de los eucaliptos afectados están vivos y/o comenzando a rebrotar con fuerza. A las 14 semanas de ocurridos los incendios, se evaluó el rebrote de plantaciones jóvenes, menores a 6 años, que son las que más daño sufren con estos siniestros y se apreció rebrote en al menos en el 89% de los individuos. Esto sucede porque los árboles menores a 10 cm rebrotan en la base del árbol aunque la copa superior haya muerto por el fuego. Los ejemplares más grandes, por su parte, rebrotan desde el tronco y ramas, con mucha fuerza. De hecho, ya hemos registrado hasta 44 rebrotes por planta y con una altura máxima de 75 cm.
Por lo tanto, los propietarios de estos bosques pueden mirar el futuro con más esperanza de recobrar su inversión, ya que no requieren plantar, sino solo manejar este rebrote para volver a tener su plantación productiva. Además, pueden cortar los árboles muertos y venderlos como leña, obteniendo así un ingreso porque la leña de eucalipto es más demandada que la de pino radiata.
Este panorama es diametralmente opuesto y menos optimista para los pequeños propietarios de pino radiata. Los ejemplares menores a 15 años murieron y el pino no tiene capacidad de rebrotar. Por ser ejemplares muy jóvenes no son atractivos para leña.
La presencia de carbonización tampoco los hace aptos para uso en la industria forestal. Y si a ello sumamos que hay una gran oferta de bosques quemados en el mercado, se concluye que la mayoría de estas plantaciones se deberá cortar y dejar el desecho en el terreno, ya que no es viable económicamente sacarlo de la zona y ambientalmente estos desechos sirven como protección contra la erosión del suelo.
Por lo tanto, el desafío no es menor para estas pymes forestales. La corta y arrumado del material de estas plantaciones quemadas de pino y posterior plantación, implica una inversión promedio por hectárea de 800 mil a un millón de pesos y la mayoría de ellos no cuenta con capital suficiente y tampoco hay disponibilidad de plantas en los viveros.
En consecuencia, lo más probable es que muchas de estas plantaciones quemadas de pino queden abandonadas sin volver a plantarlas, tal como sucedió con los pinos jóvenes en el incendio de Quillón (Pichiqueime) en el año 2013 donde aún se ven árboles muertos en pie porque sus propietarios no tuvieron recursos para replantar.
Por lo que es evidente que cualquier ayuda estatal o subsidio para recuperar plantaciones productivas de pymes forestales debiera orientarse preferentemente hacia estos terrenos cubiertos con pino radiata.
El impacto de no volver a plantar es principalmente económico: estos terrenos saldrán de la producción por algunos años lo que incluso podría afectar el abastecimiento de madera en el futuro del cual dependen muchas pymes madereras y el abastecimiento del mercado interno. Pero también hay un costo social y ambiental significativo: miles de familias que perdieron su principal fuente de ingresos y suelos abandonados a su suerte.