La familia de Sergio Rivera hacía muy poco que había terminado la construcción de una ampliación en su casa de la calle El Cisne, de la villa El Rehuén de Mulchén. No en vano, son 10 personas – cinco niños – y la necesidad de tener más espacio era urgente, más aún cuando las viviendas originales eran de apenas 36 metros cuadrados.
Sin embargo, el incendio ocurrido a media tarde el pasado 11 de enero – que destruyó 15 viviendas y dejó más de 80 damnificados– dejó a la familia de Sergio sin nada. Lo que hasta hace poco era su hogar, se convirtió en una pila de latas retorcidas, en cenizas, en restos aún humeantes. No salvaron ni muebles, ni camas ni electrodomésticos. Apenas un poco de ropa.
Es que el fuego avanzó sin clemencia. Partió en un bosque de eucaliptus situado un kilómetro al sur de la villa Rehuén. Parecía distante. No obstante, ahí se confabularon el viento, que llegó hasta los 40 kilómetros por hora, y las temperaturas que superaron los 30 grados. Se sumaron los enormes pastizales en la profunda quebrada de un predio particular, los cuales rodean prácticamente todo el perímetro externo de la villa, los cuales se convirtieron en el mejor combustible para alimentar las llamas. El corta-fuegos que circunda una sección de la villa fue rápidamente sobrepasado por el siniestro incontrolable.
“El fuego lo vimos desde lejos pero nunca pensamos que llegaría hasta acá. Nunca. Pero cuando tomó la casa del vecino, ya no pudimos hacer mucho. Era incontrolable y sólo había que arrancar”, contó Sergio, cuya vivienda fue una de las primeras en ser afectadas por el incendio.
Y así, una casa tras casa de la calle El Cisne, el fuego las fue destruyendo. Las llamas que alcanzaban los cinco metros de altura. El agua de los bomberos se hacía insuficiente para semejante tragedia. Esa tarde de enero fue todo desesperación.
A unas cuantas casas de distancia, Héctor Escobar observa con impotencia en lo que quedó convertida su casa. 10 años atrás era presidente de la junta de vecinos y había logrado que un grupo de modestos habitantes de Mulchén, tuviera un lugar digno y propio para vivir. Debido a que se trataba de una vivienda de apenas 36 metros cuadrados, construyó una ampliación en el sitio. Así como como él, lo hicieron todos sus vecinos.
Sin embargo, dichas ampliaciones – prácticamente todas de madera – ardieron rápido y en cuestión de minutos, fueron sólo cenizas. Las mismas edificaciones acicatearon el fuego y su incontrolable expansión. “Apenas tuvimos tiempo para salir de las casas y sacar algunas cositas”, recuerda Héctor, quien viste la misma ropa que usaba el día de la tragedia. Lo perdió todo. “Acá estaba la cocina, por allá estaban los dos dormitorios”, señala con tristeza, apenas conteniendo la emoción, mientras apunta a los restos de lo que fue su casa. En pie sólo quedaron los muros desnudos y mustios de la única parte de la edificación de material sólido.
Sólo después de un intenso trabajo de bomberos y de brigadas forestales, las llamas fueron contenidas, evitándose un desastre mayor. Sin embargo, según las autoridades de Mulchén, fue el incidente más grave ocurrido en las últimas décadas.
“Pudo haber sido nuestro propio Valparaíso”, acota el gobernador provincial, Luis Barceló, en referencia al incendio en los cerros de la ciudad puerto que dejó más de 10 mil damnificados. Es que, según la autoridad, las condiciones de ese momento pudieron haber ocasionado una tragedia mayúscula. “El comandante del cuerpo de bomberos me dijo que con la intensidad de las llamas, podría haber sido una tragedia mucho mayor”, añade.
Para la autoridad, lo ocurrido “es de extrema gravedad”. Y mientras los damnificados cifran sus esperanzas en el compromiso del Ministerio de Vivienda para reconstruir sus hogares, a juicio del gobernador provincial se deben adoptar medidas en el mediano plazo para evitar la repetición de hechos similares. ”Más aún que toda la provincia de Biobío tiene esa condición que sus centros poblados tienen bosques y pastizales en su perímetro”.
Barceló abogó por tomar medidas desde ya, apuntando específicamente a temas como la planificación territorial y a la concientización en los propietarios de terrenos contiguos a los centros poblados.
A su juicio, se debe abogar para impulsar cambios legislativos que establezcan zonas de protección y mecanismos que obliguen a los propietarios de sitios eriazos a hacerse cargo de esos terrenos, a fin de mantenerlos en condiciones óptimas. Sin embargo, la autoridad admitió que dichas medidas son de mediano plazo que, a su vez, deben tener una fuerte campaña de concientización en los sectores más expuestos. “Los vecinos tienen mucho que decir denunciando a aquellos propietarios que no tienen sus sitios con sus pastizales a raya”, señala.
También insistió en la necesidad de aplicar sanciones más drásticas a quienes sean responsables de iniciar ese tipo de siniestros
Por lo pronto, adelantó que se están reuniendo con CONAF, carabineros, bomberos y empresas forestales para buscar una mejor coordinación en lo que resta la temporada de altas temperaturas.
“Falta mucho por hacer en ese tema pero hay que hacerlo de una buena vez. No podemos seguir esperando”, sentencia.
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