El día 15 de febrero ha sido escogido para reconocer la acción de los Brigadistas Forestales. Un reconocimiento especialmente merecido a estas personas de gran temple que dedican su vida a proteger los bosques, la vegetación, la fauna, las viviendas e instalaciones, así como vidas humanas, del flagelo de los incendios rurales. Este flagelo causa enormes daños ambientales, económicos y sociales, destruyendo recursos que dan fuentes de trabajo, devastando la forma de vida de quienes viven de los bosques y generando enormes emisiones de carbono a la atmósfera.
Estamos viviendo tiempos adversos, pues llevamos más de ocho años de sequía, y el año pasado sufrimos la mayor catástrofe de incendios rurales que se recuerde desde los grandes incendios de Aysén a principios del siglo pasado. El cambio climático nos trae veranos más largos y secos, y son más frecuentes las circunstancias de riesgo extremo, con ambientes secos, calurosos y ventosos. Pero además, enfrentamos una realidad social especialmente negativa: un alto porcentaje de los incendios tiene causas intencionales. El delito de incendio es un acto deleznable, puramente destructivo. Quien inicia un incendio no sabe cuánto daño causará, cuántos bosques nativos y fauna autóctona eliminará, cuántos animales domésticos, de granja y de tiro matará, cuántas casas y empleos destruirá ni cuántas vidas humanas cobrará. Aquí la institucionalidad no está funcionando: no sirven de nada las altas penas ni las multas si, en la práctica, el delito es impune; muy rara vez hay imputados y más raramente hay condenas. Esto indica que los procedimientos legales y policiales y quizás las leyes mismas deben ser revisados y con urgencia; no podemos tener este drama cada verano y olvidarnos el resto del año. Y más aún, merece un repudio mayor el acto de impedir por la violencia el combate de incendios, lo que debería ser un delito igual o peor que generarlos, ya que conlleva una acción criminal totalmente alevosa.
En estas circunstancias adversas, sin lugar a dudas, se acrecientan las figuras de nuestros brigadistas forestales, ya sean de empresas privadas o del Estado, quienes entregan su esfuerzo y conocimiento técnico, e incluso arriesgan su vida en el combate de estos graves siniestros. Muchos de ellos han hecho de esta actividad su profesión, y prestan sus servicios en países del Hemisferio Norte en el verano boreal, donde también son reconocidos por sus capacidades.
Pero no sólo debemos destacar a nuestros combatientes de primera línea, pues el éxito de su trabajo también depende del silencioso esfuerzo de los hombres y mujeres que apoyan desde las torres de observación, de quienes hacen funcionar la logística, de los operadores de maquinarias y transportes, de los valientes pilotos de aviones y helicópteros, de los analistas y despachadores, en suma, de toda la red de colaboradores que hace posible esta lucha contra las fuerzas naturales desatadas. Es un buen momento para expresar nuestra gratitud y reconocimiento a la labor de todos ellos, y destacar su valioso aporte, el que merece ser conocido y debidamente valorado por el público.
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