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Todos los árboles hacen fotosíntesis

  

Por Julio Torres, secretario ejecutivo Colegio de Ingenieros Forestales de Chile.

Recientemente, las autoridades del Ministerio del Medio Ambiente han planteado la meta de carbono neutralidad del país para el año 2050, indicando que las principales estrategias para lograrla serían la descarbonización de la matriz energética, la electromovilidad y, por supuesto, la forestación.
Los árboles hacen fotosíntesis y son sumideros naturales de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), dejando fijado el carbono en sus hojas, tronco y suelo donde crecieron. Esto los hace tanto una especie natural como exótica, por lo que el sector silvícola es clave en el combate del cambio climático. A pesar de lo anterior, una controversia se ha tomado el debate: ¿forestación con especies nativas o exóticas?
Algunas voces dicen que árboles exóticos no pueden aportar al cumplimiento de la carbono neutralidad, ya que -según ellas- las plantaciones productivas se cosechan cada 20 años y liberan todo el carbono acumulado. Sin embargo, los inventarios nacionales de Gases de Efecto Invernadero indican otra cosa: el año 2016, el sector forestal capturó el 60% de las emisiones totales del país. Bosques nativos y plantaciones, unidos.
¿A quién debemos creer?
Aquellos que critican la forestación con especies exóticas citan un artículo denominado “Restoring natural forests is the best way to remove atmospheric carbon”. En él, los autores afirman que los bosques naturales podrían capturar hasta 42 veces el volumen de CO2 de la atmósfera, en comparación con plantaciones forestales industriales de rápido crecimiento compuestas por una única especie. Esta cifra se ha citado como el “argumento definitivo”.
Sin embargo, el estudio considera que las cifras se cumplirían bajo el supuesto de que los bosques naturales restaurados no se intervengan y sean mantenidos indefinidamente sin tocar, por todo su ciclo de vida. Es decir, su estrategia es reforestar millones de hectáreas anuales de bosques, principalmente en los trópicos, no tocarlas y esperar que tampoco se quemen. Esa misma estrategia es la que plantean otros autores al identificar 900 millones de hectáreas potenciales de forestación que, por supuesto, no deberían ser intervenidas para cumplir su rol de sumideros de carbono.
Durante todo el tiempo en que estos bosques inmovilizados capturen carbono (se estima un mínimo de cien años para entrar en régimen de captura), seguirán existiendo demandas por productos derivados de la madera que será necesario satisfacer. Esa demanda idealmente debería ser creciente en el tiempo, ya que muchos de nosotros esperamos que la madera reemplace en el futuro cercano a los bienes producidos hoy a base de plástico, en el caso de envoltorios y embalajes, o bien reemplazar insumos de construcción con alta huella ambiental como es el concreto.
De hecho, si aumentamos significativamente la construcción en madera, reemplazaremos las emisiones de materiales con alta intensidad de emisiones en su elaboración y, al mismo tiempo, incrementaremos la tasa de fijación de carbono en la madera utilizada para la construcción. Esta estrategia también merece una oportunidad: plantaciones productivas, producción de madera, generación de bienes y construcción con esa madera, fijación indefinida de carbono, reducción de emisiones. No suena mal.
La producción y la conservación no deben ser vistas como opuestas. Es de toda lógica, pero en la práctica cuando hablamos de la gestión de los bosques, esa lógica se pierde y aparece esta controversia estéril. Bosques nativos y productivos pueden convivir y en ningún caso competir. Todos los árboles, sean de la especie que sean, hacen fotosíntesis y fijan el carbono, tanto en su estructura como en el suelo.
En vez de enfrascarnos en esta controversia, deberíamos estar proponiendo una estrategia integral en la que nadie quede fuera: forestación de suelos desnudos sin exclusión de especies, conservación y manejo del bosque nativo. Además de restauración en sentido amplio, es decir, de plantaciones y de bosques afectados por incendios, así como restauración de bosques naturales degradados.

 
 
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