Para el presidente de CORMA, Fernando Raga, lo más lamentable de los incendios forestales producidos en enero pasado, son las 11 personas que fallecieron en la emergencia, el daño a la flora y fauna, la cuantía de bosques quemados y las numerosas viviendas afectadas en distintas regiones del país.
En relación a las más 460 mil hectáreas afectadas, deja en claro que la situación aquejará por largo tiempo la fertilidad del suelo y que es indispensable la restauración y reforestación de las áreas que quedaron desprovistas. Lo anterior, se suma a los daños experimentados por las industrias madereras, principalmente medianas y pequeñas.
A dos meses de la emergencia, el presidente del gremio forestal, hace un análisis de lo ocurrido y los desafíos que vendrán.
¿En qué pie se encuentra la industria forestal tras los graves incendios ocurridos en esta última temporada?
Los incendios forestales generaron un grave daño a la producción de materia prima, afectando por igual a empresas grandes, medianas y pequeñas; pero el daño para estas últimas es mucho más serio, debido a su menor capacidad financiera y de recuperación.
Además, algunos grupos aprovecharon la ocasión para desarrollar una enconada campaña de desprestigio al sector, principalmente focalizada hacia la gran industria, pero que daña a todos, pues cuestiona la actividad en general y dificulta a los medianos y pequeños obtener los apoyos que requieren del Estado para recuperar sus operaciones productivas.
¿Cuál es el balance final de pérdidas que dejaron los incendios forestales al sector forestal?
Por una parte, hay un fuerte daño económico, pues según INFOR se afectaron unas 200 mil hectáreas de plantaciones forestales, que son las que sustentan la actividad de producción forestal y maderera; se trata de aproximadamente de un 8% de la existencia de plantaciones productivas del país, y significará una pérdida de volumen de producción de unos 3 millones de metros cúbicos al año de trozos, por una década o más. De las plantaciones afectadas, más de la mitad corresponden a la Región del Maule, donde alrededor de 50 mil hectáreas serían de medianos y pequeños forestadores. Dicha región perdería un volumen potencial del orden de 1,8 millones de m3 al año durante los próximos años.
Por otra parte, el incendio afectó otras 260 mil hectáreas conteniendo distintos tipos de vegetación, arbustos y arbolado natural, lo que ha afectado seriamente la fauna silvestre en la zona. Y sobre toda la superficie afectada, de unas 460 mil hectáreas, los incendios afectarán también por largo tiempo la fertilidad del suelo, que deberá ser recuperado con restauración y reforestación de las cubiertas vegetales para ir construyendo suelo fértil. Uno de los principales daños ambientales son las colosales emisiones de carbono que lanzaron los incendios a la atmósfera.
A lo anterior hay que agregar los daños experimentados por las industrias madereras, principalmente medianas y pequeñas, como aserraderos, barracas, polineras, impregnadoras, y fábricas de casas prefabricadas Si bien la infraestructura no fue significativamente dañada, se perdieron numerosas viviendas, y lo que es peor, tuvimos que lamentar la pérdida de 11 vidas humanas.
¿Cuántos años de esfuerzo se perdieron?
Los pinos requieren un período de crecimiento de 20 a 25 años, y los eucaliptus de 10 a 15. De las plantas madereras perdidas cada una tiene su historia, pero son historias de esfuerzo de muchos años de pequeños y medianos empresarios y sus trabajadores.
¿Qué impacto tendrán estos incendios en el desempeño del sector? En el corto plazo, ¿cómo será el 2017 forestal en lo económico, lo social y qué pasa con los años posteriores?
Si bien se perderá una cantidad apreciable de materia prima, en el curso de este año deberá desarrollarse una gran cantidad de trabajo en rescatar los bosques recuperables, hacer limpieza y preparación de suelos, reconstruir casas e infraestructuras afectadas, y producir plantas para la reforestación, lo que demandará empleo. El mayor impacto negativo en el empleo probablemente se hará sentir el año próximo, cuando la oferta de madera recuperada se termine. Desde el punto de vista del abastecimiento, la industria del aserrío será la más afectada, y esto no será tan notorio el 2017 debido a los volúmenes de madera que serán rescatados de los bosques quemados. Luego, se sentirá la escasez y probablemente algunos volúmenes históricamente destinados a la exportación sean reorientados al mercado interno, lo que pasará por un ajuste de precios internos en algunos productos.
Creemos que este año el sector no verá sustancialmente afectadas sus exportaciones, ya que hay una cierta recuperación de precios en algunos productos. El 2018 podrían verse afectados los volúmenes de exportación de madera aserrada u otros productos de madera sólida.
¿Qué fórmulas se barajan para recuperar la actividad?
Las grandes empresas afrontarán sus daños con sus propios recursos. En el caso de los pequeños y medianos forestadores e industriales, el Estado está articulando distintos programas de ayuda a través de CORFO, inicialmente focalizados en fomentar la mantención del empleo y la reconstrucción de plantas madereras; y con una fuerte acción de apoyo en la recuperación de las maderas rescatables y la habilitación de los suelos productivos para una posterior reforestación, que incluye un programa tipo mediería que permitirá que los pequeños y medianos forestadores mantengan la propiedad de sus terrenos y los hagan producir.
¿En qué plazos se recuperarán los niveles que había antes de los incendios?
La reforestación de las superficies afectadas puede tomar dos o tres años, y en el caso de los pequeños forestadores quizá más. La recuperación de la industria maderera afectada puede demorar entre uno y dos años, aunque habrá un menor volumen de producción de materia prima de unos 3 millones de metros cúbicos anuales que se prolongará por varios años, tal vez entre 10 y 20.
¿Los últimos incendios sorprendieron al sector forestal?
Si bien todos los veranos existe riesgo de incendios y disponemos de una capacidad considerable de prevención y combate, los incendios de esta temporada superaron en diez veces el promedio histórico, lo que está totalmente fuera de cualquier posibilidad de previsión. Se trató de la catástrofe mayor de la historia en la zona centro – sur, sólo superada por los grandes incendios de bosque nativo de principios del siglo pasado en la Región de Aysén. De modo que tanto las empresas como el sistema de prevención estatal se vieron superadas.
De hecho, las autoridades trajeron a expertos internacionales para analizar lo ocurrido y Marc Castellnou, especialista en análisis de incendios forestales de la Unión Europea, calificó estos incendios como una “tormenta de fuego muy difícil de controlar” y que “ningún país está preparado para enfrentar estos incendios, por las características del fuego y por la simultaneidad de los focos, así como por su agresividad”. A lo anterior se agrega que hubo numerosas denuncias de focos de incendios intencionales, y conviene recordar que Chile está experimentando una prolongada sequía de más de 8 años. Estos incendios desplazaron la frontera de lo imaginable.
Se han cuestionado las plantaciones de pino y eucalipto y hay quienes sugieren plantar otras especies ¿Cuál es la visión de CORMA al respecto?
Después de cada catástrofe, es comprensible que las personas queden en estado de shock y tomen posiciones extremas, como vender los departamentos tras los terremotos o rehuir de las propiedades costeras después de los tsunamis. Pero no hay que perder el sentido de las proporciones: a nadie se le ocurriría prohibir los vehículos por la existencia de graves accidentes, o no construir por la existencia de terremotos.
Una hectárea de bosques plantados produce 4 a 10 veces más madera que una hectárea de otros bosques, o sea, puede producirse mucho en poca superficie. Y cada tonelada de madera utiliza entre 30 y 40% menos de agua que otros bosques, aunque por hectárea utilizan más agua, pues producen más volumen. Sus rotaciones son de entre 10 y 24 años según la especie, lo que las hace económicamente viables. No utilizar bosques plantados de alto rendimiento, significa en la práctica la no existencia de industria forestal competitiva, tanto de gran tamaño como Pyme.
Respecto a combustibilidad, el fuego no distingue especies ni bosques. Aunque en esta ocasión, se vieron mayoritariamente afectadas plantaciones forestales, históricamente, los incendios han afectado mayormente vegetación y arbolado nativos (70%). Chile registra grandes incendios de bosque nativo, algunos de ellos en zonas mucho más húmedas y frías. Por ejemplo, China Muerta (2015, araucaria y otros, 4.000 há); Torres del Paine (2011, lenga y otros, 17.000 há); La Rufina (1999, bosque esclerófilo, 25.000 há); Las Guaitecas (1998, cipreses, lenga, 17 .000 há); y los grandes incendios provocados de mediados de los años ’30 en Aysén, que arrasaron 3 millones de hectáreas y ardieron por varios años. Sugerir utilizar otras especies que no son económicamente viables (rentan menos que el costo de capital), que requerirían inmensas superficies para producir lo mismo y que se queman igual o muy parecido, no tiene sentido.
A la luz de lo vivido, ¿cuáles son los grandes retos que deberá enfrentar la industria forestal de aquí en adelante?
Lo más urgente es ocuparse de la gente, apoyando la reconstrucción de casas y restaurar el tejido social por la vía de tratar de evitar el desempleo, y para ello hay que reconstruir al menos parcialmente la capacidad productiva industrial Pyme. Además, cosechar todos los bosques quemados para rescatar madera de recuperación y con ello alimentar por un tiempo las industrias madereras que estén operativas o se recuperen. Potenciar los viveros, para disponer de plantas que permitan la reforestación productiva y la restauración de áreas de conservación. Luego, iniciar el proceso de reforestación productiva,- pues sin bosques productivos no habrá industria ni empleo- y de restauración propiamente tales. La magnitud de la catástrofe significa pensar en prevenir un estándar de riesgo mucho más alto.
Por otro lado, el análisis de los recientes incendios es un proceso en desarrollo, que tomará cierto tiempo, y nos revelará ciertamente tanto necesidades de ajustes estructurales, como de coordinación y gestión y nos mostrará qué cosas debemos mejorar. Seguramente este aprendizaje producirá cambios muy relevantes en la forma de enfrentar las actividades productivas a futuro.
¿Qué iniciativas proyecta impulsar CORMA para afrontar esos desafíos?
Estamos analizando en conjunto con CONAF las medidas de prevención que incluiremos en las mejores prácticas, como consecuencia de la información y aprendizaje obtenido de esta catástrofe y la evidencia de que si ya existió algo así, podría producirse de nuevo. También revisaremos la disponibilidad y tipo de recursos de combate necesarios para enfrentar este tipo de amenazas; teniendo claro que estas catástrofes, bajo condiciones excepcionales como las de este año, se producen incluso en países con muchos más recursos que el nuestro. Estamos trabajando en programas para difusión de buenas prácticas principalmente a medianos y pequeños forestadores, y en un ambicioso programa de prevención de incendios de interfaz urbano – rural, en conjunto con agencias del Estado.
En el tema de interfaz, hay muchas casas rurales y sectores urbanos que se establecen sin ningún control. También en muchos casos hubo deficiencias en la mantención de cortafuegos o inexistencia de éstos. Claramente hay un déficit en el cumplimiento y fiscalización, tanto en la zona forestal como en la urbana. Una de las enseñanzas de esta catástrofe es que no disponemos de programas completos de prevención de incendios de interfaz en todos los municipios que lo requieren. Por ello, estamos desarrollando con CONAF y otros servicios del Estado un proyecto cuyo objetivo es que todos los municipios con este tipo de riesgo cuenten con programas operativos de prevención de incendios de interfaz, donde la fiscalización debe cumplir un rol fundamental.
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