Los renovales, dentro de las cuales se encuentran el Roble, Raulí y Coihue, son bosques nativos que se desarrollan en forma natural, como una respuesta de la naturaleza a la acción provocada por incendios, cortas y sobre-explotación. Se desarrollan a través de un proceso de sucesión, pasando por una serie de etapas de repoblamiento de diferentes especies arbóreas.
En un principio, estos renovales crecen en forma aparentemente desordenada buscando la luz, hasta llegar a un punto de equilibrio en que la muerte de algunos árboles, favorece el crecimiento de otros. Las ciencias forestales, han aprendido de su dinámica para acelerar este proceso, a la vez que los productos obtenidos a partir del manejo, son aprovechados de diferentes formas, tanto en producción de madera, alimento, biodiversidad y otras funciones ecosistémicas.
Mientras que en el hemisferio norte constituyen la base del sector forestal de muchos países, en Chile contribuyen con menos del 2% de la producción anual de madera industrial. Lo insólito, es que existen 4,4 millones de hectáreas de renovales en distinto grado de conservación, casi el doble de superficie, si se compara con las plantaciones forestales de rápido crecimiento.
Si hacemos un resumen de la situación actual de los renovales, nos encontramos que se pueden clasificar en tres: Una parte ha sido bien manejada durante los últimos 50 años por profesionales forestales, comunidades locales, investigadores, empresarios, pequeños y medianos propietarios de bosques; la segunda se ha mantenido sin intervención alguna, bajo custodia de propietarios, incluidos empresas forestales basadas en plantaciones, que las mantienen por su importante contribución en captura de carbono, biodiversidad y producción de agua, pero no de forma productiva; y la tercera, durante años ha sufrido una constante degradación. Presión maderera local, sustitución por plantaciones, agricultura, ganadería y en gran parte para la producción de leña y carbón, lo que ha llevado a una irremediable pérdida de productividad.
En conclusión, pese a todos los aspectos positivos como el potencial de crecimiento, calidad de la madera y a los buenos ejemplos de manejo responsable, los renovales no han logrado posicionarse como una alternativa económica en el sector forestal nacional. Lo que resulta más triste, es que ha limitado el desarrollo de una industria maderera de alto valor, condicionando a comunidades locales y a pequeñas y medianas empresas que podrían usar sustentablemente la amplia gama de productos, generados a consecuencia del manejo responsable de estos bosques.
Más que analizar las causas, que pueden ser muchas y de diversa índole, es más importante comenzar ahora con una mirada de largo plazo, que permita potenciar nuestra industria forestal para el 2050. Usar el conocimiento que se tiene de estos bosques, los buenos ejemplos e incorporar la superficie de renovales no manejada a este desarrollo productivo, aprovechando el notable avance de nuestro país en el desarrollo de una industria forestal más responsable.
Sin embargo, esta nueva industria, tiene que ir en dirección del desarrollo, generación de empleos locales y el mejoramiento del estándar de vida de miles de comunidades y vecinos en las zonas donde actualmente se desarrolla la industria forestal. Probablemente, muchos de nosotros no veremos el resultado, pero con seguridad lo verán las nuevas generaciones, porque es algo que debemos hacer como sector forestal.
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